Marcelo Gallardo seguirá al frente de River Plate hasta el 31 de diciembre de 2026.
La noticia fue confirmada este miércoles en conferencia de prensa por el flamante presidente del club, Stefano Di Carlo, quien apareció junto al entrenador más exitoso en la historia millonaria para anunciar la renovación.
El “Muñeco” habló con una firmeza que recordó sus mejores épocas: “No voy a salir corriendo por un mal año deportivo. He perdido y ganado mucho, pero estoy seguro que volveremos a ganar”, afirmó, dejando en claro que no piensa abandonar el barco.
Sin embargo, la actualidad del equipo dista de la gloria que marcó su ciclo.
River atraviesa una crisis deportiva profunda tras la eliminación de la Copa Libertadores a manos de Palmeiras y una seguidilla de malos resultados en la Liga Profesional. Con 52 puntos, el Millonario se ubica detrás de Boca Juniors (56) en la tabla general y, por ahora, fuera de la clasificación a la Copa Libertadores 2026.
El clima en Núñez es espeso. Las críticas apuntan al sistema de juego, al bajo rendimiento de algunas figuras y a la insistencia del técnico con nombres como Enzo Pérez, Borja o Nacho Fernández.
La derrota ante Gimnasia en el Monumental encendió la mecha: los hinchas despidieron al plantel entre silbidos y el ya clásico “que se vayan todos”, una frase que duele más cuando se trata de un equipo acostumbrado a ganar.
Los números son contundentes: de los últimos 11 partidos, River perdió 8.
No gana en el Más Monumental desde el 31 de agosto, cuando venció 2-0 a San Martín de San Juan. Su última victoria en general fue el 14 de septiembre, ante Estudiantes de La Plata.
Aun así, Gallardo eligió quedarse. Y en esa decisión hay algo más que fútbol: hay una lección sobre la resistencia y la fe en los procesos. En tiempos donde la inmediatez manda, su permanencia parece una declaración de principios. Como si dijera, sin decirlo, que los proyectos no se abandonan cuando fallan, sino cuando dejan de tener sentido. Quizás Gallardo no solo esté intentando recuperar un equipo: tal vez esté intentando recordarle al fútbol argentino que todavía se puede creer en un proyecto a largo plazo.
Pero también hay que entender al hincha. La gente de River se formó con la costumbre de ver ganar al River de Gallardo y cada derrota es una herida que se siente personal. Ven al equipo sin alma y sienten que el legado del Muñeco se está desdibujando. Entre los recuerdos de la gloria conviven la gratitud y el hartazgo.
